[English]
2022. Solo exhibition and culinary happening in the central hall of the Creative Campus, Universidad Andrés Bello.
Paving stones, LED tubes, cables, dried and edible algae, ceramics, aluminum castings, iron assemblages.
What do paving stones, LED tubes, aluminum, ceramics, and algae have in common? And why call it Hiperbocados?
The hyper implies excess. Bocados are things we eat in a single bite. It seems absurd to conceive of a hiperbocado, for how could one ingest something excessive all at once? Excess does not only overflow in volume; it also manifests as something eerily stealthy. Morton says we are immersed in the hyper, co-shaping ourselves with it unknowingly from within its danger: “in fact […] it appears mounted on worlds and epochs like […] electromagnetic fields [and] through them, causality flows like an electric current.”
The hyper consists of massively veiled things that flood our lives yet remain barely perceptible. To reflect on this, imagine the form that toxic waste spills from our metallurgical industry might take. Where would its boundaries lie? What chains of organisms would be affected? How far could we trace this persistent and ominous imprint?
Regarding these issues, what interests me most is the case of algae, a material in close contact with the hyper. These organisms perform biosorption—that is, they absorb anthropogenic materials discharged into the sea. Perhaps the waste we produce cannot be observed directly, yet algae, by passively accumulating metals, allow us to recognize this excess.
At the same time, algae are rich in nutrients that make them superfoods, and they contain molecules that elicit high levels of umami when we eat them. This was already acknowledged by pre-Columbian coastal cultures, which incorporated algae both into their diets and their healing practices.
Algae, then, present a fascinating contradiction: on one hand, they are extraordinary foods; on the other, they are accumulators of toxic waste. I wonder, finally, whether algae, our culinary traditions, the waste from our ways of life, and the environmental crisis itself can be treated as ingredients to be prepared in a dish—an unusual one, revealing their ominous assemblage.
[Español]
2022. exposición individual y happening culinario en hall central del Campus Creativo, Universidad Andrés Bello.
adocretos, tubos led, cables, algas secas y comestibles, cerámica, vaciados de aluminio, ensamblajes de fierro.
¿Qué tienen en común los adocretos, los tubos LED, el aluminio, la cerámica y las algas? ¿Y por qué llamarlo Hiperbocados?
Lo hiper implica exceso. Los bocados son cosas que comemos de una sola mordida. Resulta insólito concebir un hiperbocado, pues ¿cómo ingerir algo excesivo de una sola vez? El exceso no solo desborda por volumen; también se presenta como algo abominablemente sigiloso. Morton dice que estamos en lo hiper, co-conformándonos inadvertidamente desde su peligro: “de hecho […] aparece montado sobre los mundos y las épocas como […] los campos electromagnéticos [y] a través de ellos, la causalidad fluye como una corriente eléctrica”.
Lo hiper son cosas masivamente veladas, que inundan nuestras vidas, pero que apenas percibimos. Para pensar en esto, imagina la forma que tendría el derrame de desechos tóxicos de nuestra industria metalúrgica. ¿Cuáles serían sus límites? ¿Qué cadenas de organismos se verían afectadas? ¿Hasta dónde trazaríamos esta constante huella aciaga?
En relación con estas cuestiones, el caso que me interesa es el de las algas, un material en estrecho contacto con lo hiper. Estos organismos realizan biosorción, es decir, acumulan en sus tejidos materiales antropogénicos vertidos al mar. Quizás la forma de los desechos que producimos no pueda observarse directamente; sin embargo, las algas, al absorber pasivamente metales, permiten constatar este exceso.
Por otra parte, albergan nutrientes que las convierten en superalimentos y contienen moléculas que provocan altos niveles de umami en nuestros paladares al comerlas. Esto ya era reconocido por las culturas precolombinas de nuestra costa, que las incluían tanto en su dieta como en sus prácticas curativas.
Las algas, entonces, presentan una contradicción fascinante: por un lado, son alimentos formidables; por otro, acumuladores de desechos tóxicos. Me pregunto, finalmente, si es posible que las algas, nuestras costumbres culinarias, los desechos de nuestros modos de vida y la crisis puedan tratarse como ingredientes en un plato; pero en uno extraño, que nos permita ver su ensamblaje ominoso.